Industrial erótica y fetiche

Según la Real Academia de la Lengua, fetiche es «ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales, especialmente entre los pueblos primitivos». Después vino Berlanga ofreciendo otro punto de vista del concepto. Más bien el fetiche revisitado del zapato femenino. O el fetiche del vello púbico entorno a una prenda de verano; y así sucesivamente. Casi siempre el fetiche se centra en la mezcla de carnalidad y elementos.

Juan Carlos Quart: «Cuando la materia despierta los instintos del placer estético. La erótica del arte se muestra fugaz»

El atractivo físico del pie deja de serlo cuando no va asociado al zapato y viceversa. Es la unión que crea el cerebro por similitud entre componentes comparados. Sin embargo, cuando no existe dicha asociación y la belleza actúa individualmente el fetiche no siempre se rompe.

 

Michel Piccoli, en Tamaño natural (1973, Luis García Berlanga), siente mayor atractivo por una muñeca que por una mujer de carne y hueso. Es la sublimación de la fantasía por carencia del hecho representado: la mujer. Hasta el punto de que el protagonista reside con su pareja artificial en un mundo real e idealizado pero con componentes fantásticos.

En la tecnología ocurre igual. La belleza de lo inanimado asociadas a lo animado puede devenir en fetiche. Aislados se elimina la parte cognoscitiva y queda asumida por la estética. En este caso sin dialéctica ni ética.

Un caso representativo es el de Harry Bertoia (1915-1978), artista global, que trabajó con joyas, mobiliario, escultura, pintura y sonidos. En el caso de sus sillas, la estética mezcla comodidad con tecnología silemblocks, piezas de goma de extraordinaria resistencia y flexibilidad que sirven de sustento a importantes cantidades de peso. Las sinuosas curvas adquieren rango de fetiche en el momento en que alojan un escultórico cuerpo. Materia y naturaleza unidos por la psicología. harrybertoia.org

El cuero es otro objeto unido a la estética del fetiche. Descontextualizado, es decir, antes de adquirir la forma digna de deseo significa la más absoluta de las nadas. Un trozo de cuero, por si solo, carece de erótica. Sin embargo, el tratamiento por la industria de la moda transformó una prenda de abrigo en un artículo de alto sexapeal asumido por círculos sexuales estéticamente avanzados. Modas y costumbres transforman lo que antes era anónimo en dulce objeto de deseo.

La moda erigió el corsé, los paqueteros bañadores Turbo o los pantalones de campana.

La atracción física muta a tenor de la industria. Por tanto, el fetiche se mueve por parecidas coordenadas.

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